28 de abril 2021.
Día Mundial de la Seguridad y Salud en el Trabajo
Este 28 de abril se celebra el Día Mundial de la Seguridad y Salud en el Trabajo. Poco hay que celebrar si atendemos a lo ocurrido durante los últimos meses.
La pandemia ha dejado al descubierto las enormes carencias
existentes en materia de seguridad y salud en los centros de trabajo. La
precariedad laboral, una vez más, ha sido el detonante de numerosos daños a la
salud y a la vida de miles de trabajadores y trabajadoras.
Personal sanitario que se ha visto obligado a realizar
sus funciones sin equipos de protección individual, hospitales
llenos de trabajadores y trabajadoras procedentes de supermercados, call
centers o servicios de reparto a domicilio, entre otras muchísimas profesiones,
y centros de trabajo saturados, que no han cumplido las más elementales
medidas higiénicas y de distancia de seguridad.
Por otra parte, las autoridades han considerado que la
COVID no era un riesgo laboral. Esto ha propiciado que las empresas “se laven
las manos” cuando, en realidad, en la mayoría de los casos, la gente se
contagiaba en los centros de trabajo o en el transporte, también saturado.
Por otra parte, la promulgación de diversos Reales
Decretos para ordenar este caos tampoco ha sido efectiva. Cuando se planteó el
cierre de todo lo que no fueran actividades esenciales para la comunidad, fueron
los empresarios quienes decidieron finalmente qué era esencial y qué no.
Porque la inspección de trabajo se declaró
incompetente a la hora de cerrar los centros de trabajo que no
cumplieran con dicha normativa y, finalmente, las Consejerías de Sanidad,
en quienes recaía dicha responsabilidad, tampoco actuaron. Eran las
fechas en que se superaba el millar de muertos diario.
Porque se ha antepuesto la economía a la vida de las
personas. Todo el sistema estaba orientado hacia eso y no han bastado las directrices
del Ministerio de Sanidad o las normas promulgadas para alterar dicha lógica,
que llevaba ya demasiado tiempo instaurada en la organización del trabajo de la
mayoría de las empresas de este país. Por eso la pandemia nos ha cogido
a contrapié. Porque nada o casi nada de lo que imperaba en la cultura
preventiva de este país funcionaba antes.
Este año no contamos con cifras fidedignas que nos
ayuden a analizar el aumento de la siniestralidad laboral. La Covid no entrará
en los registros porque no se ha considerado un riesgo laboral. Sin
embargo, para todas aquellas personas que no han podido trabajar desde sus
domicilios, sí que ha sido un riesgo al que se han expuesto por causa y con
motivo del trabajo.
Debemos trabajar para cambiar esa cultura en la que el
dinero está por encima de la vida de las personas. Integrar la prevención
dentro de la actividad laboral, que no sea simplemente un requisito para “tener
la documentación en regla”, para esquivar la acción inspectora y ahorrarse unas
sanciones que, en demasiadas ocasiones, ni tan siquiera son propuestas,
contrariamente a lo expresado en la normativa en vigor, que indica que la inspección
de trabajo debe proponer sanción siempre que se menoscabe la seguridad y salud
de las personas trabajadoras.
Debemos trabajar para que la prevención de riesgos se
convierta en un conjunto de medidas reales y efectivas -reales y efectivas,
repetimos, no papel mojado- para proteger la seguridad y salud de las personas.
Trabajo sin riesgo
Salud para todas