La conciliación no existe. Se reduce a escoger entre familia o trabajo. Si haces una cosa, la otra la dejas de hacer. Desde un punto de vista dialectico pudiera parecer una obviedad, pero desde el punto de vista una niña o un niño, la obviedad se desvanece. También pudiera parecer una obviedad que la administración es el sitio ideal para conciliar, pero eso no siempre sucede. Nuestra administración pública es jerárquica y directiva. Es una administración administrada por hombres o por mujeres que han asumido una masculinización de su puesto, que actúan con los mismos parámetros que ellos. Ni un ápice de eso que las buenas feministas llaman cuidados. Decía Amaia Pérez Orozco que es necesaria una subversión feminista de la economía. Y no puedo estar más de acuerdo. Pero añado: subversión feminista de la vida. Incluidas las administraciones públicas.
Vayamos a lo concreto. Mujer, funcionaria, dos hijos menores de 5 años, reducción de jornada laboral importante. Su lugar de trabajo está a más de una hora de su casa. (cuestión esta última que antes de ser madre le importaba relativamente poco, ya que el tren es un estupendo lugar para leer o incluso escuchar buena música en directo). Saca una plaza por comisión de servicio en el ayuntamiento de su ciudad (una comisión de servicio sin bicho, lo nunca visto). Y… a cruzar los dedos para que desde su lugar de trabajo se la firmen. Poco importan las razones que nacen desde el sentido común de estar cerca de sus criaturas, de ir a trabajar sin tener que formar parte de lxs que emiten CO2 (de practicar aquello de la inmovilidad sostenible, porque lo otro es puro cuento), de poder recuperar una jornada laboral más sensata. Poco interesa que lo importe sea creerse que el trabajo que hacemos sirve para mejorar la vida de lxs administradxs, dando igual la administración en la que estés.
La administración pública es un lugar cruzado por relaciones de desigualdad en la que la normatividad heteropratiarcal impregna cada uno de sus rincones. La administración pública no va a cambiar por el hecho de que muchas mujeres aprueben oposiciones. El cambio sólo vendrá por un cambio en los engranajes del sistema que pongan en primera línea un hacer feminista. Porque el cambio será feminista o no será.