lunes, 30 de abril de 2018

1º de Mayo: La estafa continúa. Seguimos en las calles

El Primero de Mayo es la fecha más emblemática del movimiento obrero internacional. En sus inicios fue una jornada de lucha reivindicativa y de homenaje a los Mártires de Chicago. Estos sindicalistas anarquistas fueron ejecutados en Estados Unidos por participar en las jornadas de lucha por las ocho horas. El día álgido de estas jornadas de lucha fue la huelga del 1 de mayo de 1886. Una compañía de policías, sin mediar aviso ninguno, procedió a disparar sobre la multitud con un resultado de seis víctimas mortales y multitud de heridos.
Sin embargo, a finales de aquel mismo año de 1886 varias empresas tuvieron que acceder a la reivindicación de la jornada de ocho horas. La lucha era y es el único camino.
Es, por tanto, el Primero de Mayo, una celebración que nos recuerda cada conquista de la clase trabajadora ha sido posible sólo gracias a sangre, sudor y lágrimas. Nadie regaló jamás un solo derecho a la clase trabajadora. Es importante recordar esto en estos tiempos de incremento de precarización de las condiciones laborales, al amparo de unos sindicatos mayoritarios (CC.OO.-UGT), tan silenciosos como cómplices, salpicados por numerosos casos de corrupción. 

En estos momentos tenemos encima de la mesa una cuestión fundamental dentro del movimiento obrero: el sistema público de pensiones. 
El alto nivel de desempleo, unido a unos salarios cada vez más bajos, pone en serio peligro la continuidad del sistema de pensiones de este país. 
Los datos nos dicen que son necesarias tres personas activas para poder sostener la pensión por cada persona que se jubila. Mientras se va afianzando esta situación perversa, el Gobierno del Partido Popular ha tratado de aplacar los ánimos de los jubilados mediante una improvisación de tintes electoralistas, dado que la exigua subida del 0,25%, una vez desligadas las pensiones del IPC, ha enervado a muchas personas que se han echado a la calle dando una verdadera lección a otros sectores de la población que, pese a sufrir la precariedad en sus carnes, se encontraban absolutamente desmovilizados. 
La estrategia de los gobiernos neoliberales ha sido, en todo momento, aniquilar las certidumbres de la clase trabajadora. Por una parte, se ha puesto en cuestión la certidumbre de los contratos de trabajo, tratando de que los trabajadores y las trabajadoras asuman como inevitable la temporalidad de sus contratos. Esta es la cacareada flexibilidad que tanto exigen las empresas para poder competir en un mercado voraz, alentado por ellas mismas. Sin embargo, es del todo imposible hacer un proyecto de vida con contratos de duración incierta, muchos de ellos de tan sólo unos días. La crisis iniciada en 2007 ha agigantado aún más esta tendencia. Una crisis que en realidad es una estafa y que está generando pingües beneficios a quienes la propiciaron. 
En estos momentos se está atacando el sistema público de pensiones. Se está tratando de convencer al precariado de que no podrán disponer de una pensión, y de que la única alternativa serán los planes de pensiones privados. 
De este modo, lo que se propone en realidad es que dejemos de ser ciudadanos y ciudadanas de pleno derecho para pasar a ser clientes de los bancos que las gestionen. 
La alternativa que se pone así encima de la mesa por parte de los gobiernos neoliberales podrá ser cualquier cosa menos viable, todo ello unido a medidas concretas para retrasar la edad de jubilación con un horizonte hacia los 70 años. 
Llama la atención que, en un momento histórico donde la robótica y la tecnología comienzan a asumir multitud de tareas que suponen la destrucción de grandes cantidades de puestos de trabajo, se proponga a la vez que la edad de jubilación se alargue más allá de lo razonable. La Renta Básica de los Iguales podría ser una alternativa viable, pero se prefiere no abordar este debate por claros intereses de los poderosos. 
De seguir así las cosas es previsible, por tanto, un empobrecimiento acelerado de las clases trabajadoras y una eternización de la precariedad, acentuada más si cabe una vez que alcancemos la edad de jubilación.
Por todo ello, es urgente que la clase trabajadora se movilice, y es urgente que defendamos los servicios públicos, que no son otra cosa que conquistas que se han conseguido gracias a la clase trabajadora. 
Los derechos nos hacen ciudadanos de pleno derecho y no clientes, por ello es necesario defender servicios como la educación pública, la sanidad pública, el ferrocarril público, unos medios públicos e independientes, etc. Dichos procesos de externalización sólo han redundado en puestos de trabajo precarios y en suculentos negocios para empresas privadas amparadas bajo el faldón del poder político. Si tenemos en cuenta los graves casos de corrupción asociados a procesos de externalización de servicios, es una mentira institucionalizada aseverar que las externalizaciones son más rentables económicamente para los contribuyentes que los servicios públicos. Esta ha sido una mentira repetida hasta la saciedad. 
Este Primero de Mayo debería tener unos protagonistas de los que todos y todas deberíamos tomar ejemplo. Los pensionistas y las pensionistas de este país. Su lucha está siendo una lección de dignidad y determinación. Ellos han comprendido perfectamente las trampas de esta estafa a la que han llamado crisis. 
La estafa continúa
Seguimos en las calles